Científicos de la Red de Investigación Cardiovascular (RIC), perteneciente al Instituto de Salud Carlos III, han utilizado grupos de células madre cardiacas formadas a partir de tejido cardiaco de donante, lo que se conoce como cardiosferas, para desarrollar células nuevas y poder tratar las arritmias que tienen lugar después de un infarto.
Cuando se produce un infarto agudo de miocardio, la obstrucción de la arteria coronaria provoca que un elevado número de cardiomiocitos (células del miocardio) sufran necrosis o apoptosis (suicidio celular), produciéndose cardiomiopatía isquémica y fallo cardíaco congestivo.
Además, estos cardiomiocitos muertos son reemplazados por una cicatriz fibrótica que impide el trabajo electromecánico normal del tejido cardíaco, dando lugar a la aparición de arritmias postinfarto.
Teniendo esto en cuenta, un equipo de la Unidad de Terapia Celular y la Unidad de Diagnóstico-Terapéutica Endoluminal del Centro de Cirugía de Mínima Invasión (Cáceres) y el cardiólogo Ángel Arenal, del Hospital Gregorio Marañón (Madrid), recurrieron a las células derivadas de cardiosferas (CDC) ya que son una fuente "muy prometedora" por su capacidad intrínseca para proliferar y su potencial natural de diferenciación hacia linajes cardíacos.
Además, demuestran mayor potencial de secreción de factores paracrinos (sustancias moduladoras de la actividad celular), angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguíneos), diferenciación cardiogénica, preservación de tejido isquémico, atenuación de remodelación adversa (formación de cicatriz fibrótica) y beneficios funcionales tras el infarto de miocardio, elementos clave a la hora de conseguir mejores resultados en el tratamiento de patologías vía regeneración miocárdica.
En este caso, se desarrollaron unas CDC porcinas que están siendo actualmente evaluadas en ensayos preclínicos en un modelo de animal grande, ya que la terapia celular con estas células podría reducir el tamaño de la cicatriz y de tejido heterogéneo eliminando de esta forma el sustrato de las arritmias postinfarto.
Este grupo de investigación de la RIC ha conseguido, en un período de cuatro meses, entre 10 y 100 millones de CDC. Para dichas expansiones, sólo necesitaron un gramo de tejido cardíaco y no fue necesaria la aplicación de factores de crecimiento utilizados en otros protocolos de expansión.
Aunque antes se pensaba que las células madre una vez implantadas eran capaces de diferenciarse hacia otros tejidos, en los últimos años se está viendo que el efecto terapéutico de las células madre viene mediado sobre todo por la secreción de factores de crecimiento.
Las células madre, una vez que se implantan en el paciente, producen una serie de compuestos que son recogidos por el tejido donde es implantado y esos compuestos favorecen la proliferación y la regeneración del propio tejido. Las CDCs desarrolladas por los investigadores de la RIC presentan altos niveles de factores de crecimiento (IGF-1 y su receptor, HGF y TGF-1), lo cual podría indicar que una vez implantadas estas células en el tejido cardiaco secretarán compuestos que podrían promover la proliferación y regeneración del tejido dañado.
Los investigadores de la RIC han comenzado un estudio preclínico que se define como "una prueba de concepto para demostrar que estas células pueden tener aplicación en el tratamiento de las taquicardias ventriculares".
El ensayo preclínico se inició en mayo de 2013 y en noviembre se resolvió favorablemente la concesión de financiación al proyecto, por lo que a lo largo de 2014 se tendrán ya las imágenes que demuestren los cambios regenerativos en el tejido cardíaco.
Este estudio preclínico tiene una primera fase en la que se administran las CDCs por vía intramiocárdica y una segunda fase en la que estas mismas células se administrarán por vía intracoronaria. Tras la administración de las células, un análisis de imagen cardíaca permitirá posteriormente un mapeo en las zonas de la cicatriz en las que se inyectaron las células.
Además, durante la investigación han descubierto un "enigma" científicamente curioso, cuyo origen los investigadores de la RIC están pendientes de resolver. Los investigadores probaron a cultivar las células porcinas en pases iniciales a concentraciones de oxígeno bajas (similares a las condiciones fisiológicas del tejido cardíaco).
A esas condiciones se conseguía un bajo rendimiento en las expansiones 'in vitro', lo cual descarta este procedimiento para su aplicación preclínica. Estos resultados chocan con los publicados hasta ahora en la literatura científica y que apuntaban a que el cultivo de células a bajo oxígeno permitía la expansión de un gran número de células.
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