Células madre humanas durante su proceso de división
Cuando arrancaba el siglo XXI, varios estudios sugirieron que las células madre podrían ser una buena herramienta para reparar corazones dañados. La posibilidad de regenerar las graves lesiones que origina la enfermedad cardiovascular o, en último extremo, un infarto por fin parecía ser una hipótesis factible, así que numerosos grupos se lanzaron a la demostración. Sin embargo, en estos años el camino se ha ido intrincando.
Hace poco más de dos años, una completa revisión demostró que todavía hay mucho que evaluar antes de que la terapia celular forme parte de los tratamientos que se aplican a quienes han sufrido un ataque al corazón. Y, hoy, un trabajo similar también publicado en Cochrane pone de manifiesto que, aunque las células madre podrían ser buenas aliadas de las personas que sufren cardiopatía isquémica crónica y tienen insuficiencia cardiaca, su efectividad todavía es sólo potencial. "La calidad de esta evidencia aún es baja" y son necesarias más investigaciones antes de sacar una conclusión definitiva al respecto, subrayan los investigadores en la revista médica.
Generalmente las personas que sufren una enfermedad isquémica crónica y desarrollan una insuficiencia cardiaca son tratadas con fármacos -como IECA, betabloqueantes y diuréticos, entre otros- y, si es posible, se revasculariza la zona mediante una angioplastia o una cirugía-. Sin embargo, muchos pacientes siguen presentando los síntomas de la enfermedad tras la intervención, por lo que las células madre se valoraron como un posible tratamiento experimental.
Un equipo dirigido por Enca Martin-Rendon, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), ha repasado la evidencia disponible para aclarar la utilidad actual de esta técnica. En total, los científicos revisaron 23 ensayos clínicos aleatorizados que contenían datos de 1.255 pacientes. Y comprobaron que, comparados con la terapia estándar, los pacientes que habían recibido una infusión de células madre procedentes de la médula ósea tenían menos ingresos en el hospital (2 de cada 100 frente a 9 de cada 100), presentaban mejor función cardiaca y fallecían menos a causa de un problema cardiovascular (3% de fallecimientos frente a un 15%).
El corazón de los tratados con terapia celular se comportaba mejor, lo que se traducía en una mejor calidad de vida y en una mayor supervivencia. Además, el tratamiento se mostraba seguro, sin evidencia de efectos secundarios.
Pero en el texto los investigadores piden "cautela" a quienes están pendientes de la terapia celular para el corazón. Los datos aportan "una evidencia que apoya que la terapia celular tiene beneficios para los pacientes cardiópatas. Sin embargo, [esta evidencia] proviene de estudios pequeños y es difícil llegar a una conclusión definitiva hasta que se lleven a cabo ensayos clínicos que estudien sus efectos a más largo plazo", ha señalado Martin-Rendon en un comunicado.
Coincide con su punto de vista Francisco Fernández-Avilés, jefe del servicio de Cardiología del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid y miembro de la Red Temática de Grupos de Terapia Celular del Instituto Carlos III. "Aunque estos resultados son esperanzadores, antes de emitir una recomendación sobre el uso de esta terapia se deben confirmar en un estudio a gran escala, con muchos más participantes", señala.
También es de la misma opinión Pilar Jiménez, cardióloga intervencionista en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid y una de las responsables de los ensayos con terapia celular que está realizando el centro madrileño.
"La evidencia todavía no es robusta. La mayoría de los ensayos están en fase I o fase II y se han hecho con pocos pacientes", señala la especialista miembro de la Sociedad Española de Cardiología, quien recuerda que próximamente se iniciará un estudio europeo multicéntrico que tratará de arrojar un poco más de luz sobre la utilidad de la terapia celular para mejorar la supervivencia en pacientes que han sufrido un infarto.
La investigación en este campo y las posibilidades de llevar a cabo un ensayo clínico grande son limitadas, subraya Jiménez, ya que, al contrario que en otras áreas médicas, en este caso la industria farmacéutica no suele financiar los estudios. "No hay una propiedad intelectual asociada a ese procedimiento [ni medicamentos ni dispositivos tecnológicos]", coinciden los investigadores en la revista médica. Y, sin estos apoyos y en una situación de crisis, el dinero destinado a estudiar esta terapia celular escasea.
A día de hoy, este procedimiento sólo se emplea como tratamiento experimental, en el contexto de una investigación científica. Básicamente, la técnica consiste en extraer células madre del paciente -de distintas fuentes como la médula ósea o la circulación periférica- e infundirlas de nuevo en su corazón tras ser tratadas en el laboratorio.
Sin embargo, aún no está claro qué líneas celulares son las mejores, qué dosis es la más adecuada ni por qué la terapia parece más efectiva en algunos individuos que en otros.
"Aún queda mucho por investigar", subraya Jiménez, que pronto publicará los resultados de un trabajo que ha realizado su hospital con pacientes con angina refractaria a los que se les ha tratado con células seleccionadas CD133+ procedentes de la circulación periférica. "Se necesitan más apoyos porque los resultados son prometedores", apunta.
Aunque aún no se conocen a ciencia cierta los mecanismos por los que las células madre podrían resultar beneficiosas en la enfermedad cardiovascular, la hipótesis que cuenta con más consenso es la del efecto paracrino.
Según esta teoría, las células madre serían capaces de llegar al tejido dañado y segregar una serie de factores capaces de estimular y hacer funcionar a esas células 'vecinas' que han sido 'heridas'.
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