Los cardiomicitos más maduros y estables son una opción viable para futuras terapias en regeneración cardiaca a las células embrionarias.
La mayoría de las terapias con células madre para la reparación de los tejidos del corazón después de un infarto han tenido un éxito modesto. Los ensayos clínicos han utilizado principalmente células de la médula ósea, que se sabe que pueden promover el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos. Ahora, según un estudio de «Cell Stem Cell» es posible que haya una nueva alternativa a las células de la médula ósea: las células humanas del músculo cardíaco o cardiomiocitos.
De acuerdo con este trabajo los cardiomiocitos son tan eficaces como las células de la médula ósea en la regeneración cardiaca. Los investigadores compararon tres tipos de células en su capacidad de regeneración: cardiomiocitos derivados de células madre embrionarias humanas, progenitoras cardiovasculares derivados de células madre embrionarias y las células de la médula ósea. Y el resultado fue que tanto los cardiomiocitos como las células progenitoras superaron el poder curativo de las células de la médula ósea. Y a pesar de las habilidades de los progenitores para diferenciarse en más tipos de células, no demostraron un beneficio estadísticamente significativo en la función del tejido del corazón, lo que significa que las células del músculo cardíaco más maduras y estables son una opción viable para futuras terapias.
Los investigadores, después de la inyección de las células en las paredes del corazón, midieron la reparación del tejido muscular del corazón. Diez animales recibieron cada una de las tres variables de tratamiento y diez controles fueron tratados con una población de células no terapéuticas. La terapia se administró 4 días después de los ataques al corazón en las ratas. Los investigadores añaden que ya han tenido éxito en la regeneración de corazones de monos utilizando un enfoque similar de trasplante con cardiomiocitos derivados de células madre. Sus próximos objetivos serán determinar si estos experimentos con animales más grandes muestran mejoras similares en la función cardiaca, y si es así, comenzar a probar estas células en pacientes humanos.
Los datos, avanza Charles Murry de la Universidad de Washington (EE.UU.) nos muestran que no tenemos la necesidad de emplear las células más primitivas, «ya que no parecen tener una ventaja práctica sobre los demás tipos de células en las que además, como factor añadido el riesgo de formación de tumores es menor».
El estudio además muestra que ambas poblaciones son muy superiores a las células de la médula ósea. Esto, añade, nos marca un nuevo camino: «debemos seguir avanzando en los ensayos con seres humanos con tipos de células más prometedores y más potentes».
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