Del 11 al 13 de abril está teniendo lugar en el Vaticano una Conferencia Internacional sobre “Medicina regeneradora: cambio fundamental en la ciencia y la cultura”. Tomasz Trafny, del Departamento científico del Consejo Pontificio para la Cultura, ha explicado que esta iniciativa quiere transmitir “el apoyo de la Iglesia a una investigación ética de calidad, tanto a los estudiosos para que no tengan dudas de nuestro compromiso, como a los que viven el drama de las enfermedades degenerativas y desean que la investigación les dé señales de esperanza”.
Una puesta a punto de esta temática ha sido realizada por Nicolás Jouve de la Barreda, Catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá, y actual miembro del Comité de Bioética de España, en un reciente libro electrónico titulado Las células madre en la editorial Digital Reasons.
Tras trazar un claro resumen de la historia de la biología, este autor da un giro antropológico y sostiene que en las sociedades actuales parece haberse producido una ruptura del consenso moral tradicional que defiende la dignidad de la vida de todo ser humano. Esta dignidad no es reconocida en algunos casos. Posteriormente nos explica el origen y las nociones fundamentales de la ciencia genética, para llegar a cuestiones que actualmente suscitan un vivo debate.
La investigación con células madre –que tienen capacidad de diferenciarse en diversos tipos de tejidos- procedentes de embriones humanos, comenzó a finales de los años 90 del siglo pasado. Con esto se pretendía obtener líneas celulares (células con capacidad de proliferar), potencialmente útiles para el tratamiento de enfermedades degenerativas. Estas investigaciones, que conllevan la destrucción de embriones, resultaron poco eficaces ya que generaban tumores y rechazo inmunológico.
La alternativa inicial estaba en el uso de células madre provenientes de tejidos adultos, que comenzaron a dar resultados clínicos favorables. Pero la auténtica revolución parece venir de lo que se ha denominado “reprogramación celular”. Jouve nos explica el comienzo de estas investigaciones, cuando John Gurdon y sus colaboradores de la Universidad de Cambridge sugirieron activar el gen Oct4 en células de tejidos adultos, para rejuvenecerlas. Shinya Yamanaka (ver Aceprensa, 9-10-2012) comenzó una reprogramación de células somáticas, mediante cuatro factores genéticos, para lograr células madre pluripotentes (generadoras de diversos tipos de tejidos). A estas células las llamó IPS (induced pluripotent stem).
Los exitosos estudios de Yamanaka y Thomson dejaron obsoletas las investigaciones con células embrionarias. En 2008, Science calificó la reprogramación celular como el descubrimiento científico del año. Pronto hubo resultados clínicos satisfactorios en la regeneración de tejidos cardiacos dañados. Actualmente están en marcha posibles aplicaciones para la atrofia muscular espinal, así como para la producción de células de larga duración en el sistema inmune (Nishimura, en Stem Cell, 2013). El premio Nobel de medicina de 2012 recayó sobre John Gurdon –quien afirmó en los años 60 que la especialización de las células no es irreversible– y Shinya Yamanaka.
Las células IPS no están exentas de inconvenientes; por ejemplo, todavía suelen producir una insuficiente masa de células pluripotentes. Algunos investigadores han logrado producir células IPS a partir de células adultas, sin pasar por reprogramaciones celulares a un estado similar al embrionario, como hizo Yamanaka. Mickie Bhatía, de la Universidad McMaster de Ontario, ha transformado directamente células de la piel en sanguíneas. Juan Carlos Izpisúa, director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, ha logrado transformar células del cordón umbilical de recién nacidos en neuronas.
Jouve explica que en enero de 2013 se habían registrado en el mundo 4.222 ensayos clínicos con células madre adultas –117 de ellos con producción de células IPS– y tan solo 26 con células embrionarias. Las células madre adultas, especialmente las de sangre del cordón umbilical, y las IPS se han colocado en la vanguardia de la investigación de más de 60 enfermedades degenerativas. La investigación con células madre embrionarias ha entrado en una vía muerta. La revista norteamericana Inventor’s Business Daily, decía el 12 de enero de 2011: “Después de 5 años en los que se han derrochado el presupuesto de 3.000 millones de dólares destinados a la investigación con células madre embrionarias no ha habido ninguna cura, ninguna terapia y poco progreso. Por eso los inversores abrazan ahora la causa a la que se opusieron en su día (la investigación con células que no suponen la destrucción de embriones)”.
Las investigaciones que atentan contra los embriones humanos, llamados eufemísticamente preembriones (ver Aceprensa 7-03-2013), no tienen razón de ser. El Tribunal de Justicia Europeo, en una sentencia del 18-10-2011, ha excluido que se puedan patentar los resultados de investigaciones logradas con la destrucción de embriones o su utilización como materia prima. La citada sentencia afirma que la utilización de los embriones humanos para fines distintos a la procreación son contrarios a la moral y al orden público. Aunque esto no supone un cambio en la perspectiva general sobre el tratamiento jurídico del embrión, la decisión supone un varapalo a la viabilidad de la investigación con células embrionarias.
También la actual Ley Española 14/2007 de Investigaciones Biomédicas ha quedado desfasada desde un punto de vista científico y jurídico. Esta ley autoriza la “transferencia nuclear terapéutica” (“clonación terapéutica”) al tiempo que prohíbe la “clonación reproductiva”. Pero no hay que olvidar que la llamada “clonación terapéutica” no es más que la misma “clonación reproductiva” con fines de investigación. Por otra parte, el artículo 31.5 permite “cualquier técnica para la obtención de células troncales humanas”.
Jouve explica los últimos conocimientos de la genética y sus posibles aplicaciones médicas. Nature publicó en abril de 2003 un número completo sobre el genoma humano. Francis Collins, investigador del proyecto, reconoce que todavía no se han producido aplicaciones significativos con motivo de la secuenciación completa del ADN humano. Sin embargo, la genómica –ciencia sobre los datos genéticos– estará al servicio de una medicina personalizada genéticamente. Es posible que el análisis genético sea en un futuro una herramienta rutinaria en la oncología. Por otra parte, la reprogramación celular puede ser aplicada en la medicina personalizada, en tratamientos contra la esquizofrenia, la esclerosis lateral amiotrófica y otras enfermedades degenerativas.
El uso de genes correctores ha producido efectos curativos en “niños burbuja” –sin sistema inmune–, como en el caso de la niña brasileña Ashanti de Silva, en 1990. En otras ocasiones los resultados clínicos han sido adversos. La terapia génica combinada con las células madre no embrionarias tiene un enorme potencial. En 2012 se han hecho ensayos clínicos positivos con animales, como los llevados a cabo respecto a retinitis pigmentosa en ratones.
Los “bebés medicamento” (ver Aceprensa, 13-01-2012) constituyen otro problema ético y médico relevante. Se trata de buscar hermanos histocompatibles con un nacido enfermo. Esta técnica conlleva el uso del Diagnóstico Genético Preimplantatorio (DPG) y, por tanto, la destrucción de embriones sanos producidos in vitro, pero no compatibles para el uso por el que se les produce. Por otra parte, la eficacia clínica del bebé medicamento para ayudar a su hermano enfermo es del 2,5%, según Jouve. Para este autor los trasplantes de sangre de cordón umbilical (SCU) son una alternativa eficaz al bebé medicamento.
Las nuevas investigaciones sobre medicina regenerativa excluyen la destrucción de la vida humana embrionaria, cuya dignidad es defendida por un amplio sector científico y social. Estas razones justifican nuevas leyes biomédicas acordes a los citados avances.
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