A través de un biomaterial, un equipo de investigadores ha logrado promover la formación de músculo en cinco personas que por distintos motivos -accidente de tráfico, lesión deportiva, heridas de guerra, etc.- había perdido masa muscular y no habían podido regenerarla. Es la primera vez que se logra en pacientes con pérdida de músculo volumétrica y supone un paso «enorme» para el tratamiento de la pérdida muscular, para la que actualmente no hay opciones curativas.
Los investigadores, después de probar su hipótesis en un modelo de roedor con pérdida de músculo volumétrica, implantaron quirúrgicamente en cinco pacientes una matriz extracelular derivada de cerdo en las zonas en las que se había producido la pérdida de músculo. El objetivo de esta especie de «andamio matricial acelular» no únicamente para rellenar el defecto, sino también «reclutar las células madre del paciente para que se convirtieran en células musculares y, por tanto, para regenerar el tejido», explica Stephen Badylak, del Instituto de Medicina Regenerativa de la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.).
Los resultados de este trabajo, que se publican en «Science Translational Medicine», representan una nueva opción de tratamiento para los pacientes que sufren de pérdida de músculo volumétrica, reconocen los investigadores.
«El problema de la pérdida de masa muscular volumétrica es que hay apenas tratamientos», subraya Badylak que explica que cuando se pierde mucho músculo, la lesión es «demasiado grande para que se regenere mediante los procesos de restauración normales». Además, clínicamente causa un déficit funcional importante porque se suele producir en las extremidades por lo que, dependiendo de qué grupo muscular esté involucrado, los pacientes sufren diferentes grados de disfunción.
En este trabajo los cinco pacientes presentaban diferentes tipos de lesión que afectaba a distintos grupos musculares, aunque todos ellos en las extremidades inferiores -tres de los pacientes estaban en el ejército -dos tenían lesiones en las piernas por una bomba y el otro tenía una lesión muscular en una pierna inducida por el ejercicio-, y los otros dos pacientes eran civiles con lesiones musculares en la pierna por accidentes de esquí-. Y los resultados, destaca el investigador, muestran que «se ha desarrollado un método eficaz para restaurar el músculo funcional en las zonas lesionadas, en todas. Es decir, significa que se ha generado nuevo tejido muscular funcional enervado y vascularizado mediante una terapia que no precisa el injerto celular: tan solo un andamio para que las células del propio paciente puedan regenerarse».
Este dato, apunta, es especialmente relevante porque, el hecho de no precisar el uso de células, de cualquier tipo, simplifica en gran medida los obstáculos regulatorios y también el coste de la terapia. Sin embargo, aclara el investigador, «esto no quiere decir que las células no estén involucradas». En concreto, explica el responsable de la investigación preclínica, Brian Sicari, «lo que hemos hecho es utilizar un andamio acelular para reclutar células madre del propio paciente». Y explica Badylak: «la degradación del material que se implanta, el andamio biológico, se produce por lo que se denomina quimiotaxis; es decir, la degradación la llevan a cabo las células madre endógenas del cuerpo y debido a este proceso se liberan los materiales degradados -péptidos- que sirven como un dispositivo de rastreo para que las células madre del propio paciente se ubiquen en el lugar de la lesión y se transformen en células musculares en el lugar apropiado de los tejidos».
Por su parte, J. Peter Rubin, responsable de la parte clínica, señala que este tipo de lesiones son frecuentes debido a accidentes laborales, pero también de circulación. «Y el problema es que no hay apenas opciones terapéuticas y la mayoría de ellas tienen importantes limitaciones». Entonces se pensó en la posibilidad de injertar un ‘andamio’ para los músculos, para que, cuando se aplicara la «terapia física, los músculos tuvieran un lugar hacia donde dirigirse». Muchos de estos andamios se emplean en otras cirugías -hernias, reconstrucción mamaria, etc.- y han demostrado ser seguros. Y gracias a este trabajo, señala, «sabemos que es una opción segura y eficaz».
Los pacientes incluidos en el trabajo habían sufrido una lesión hacía unos 6 a 13 meses, periodo en el que habían padecido innumerables cirugías y pérdida de masa muscular –entre el 58 y el 90 por ciento de los músculos de las extremidades-. «Este dato es importante, porque hemos visto que cuanto menor tiempo haya transcurrido entre la lesión y el tratamiento, mayor será la recuperación». No obstante, en este trabajo, señala Rubin, «hemos trabajado con pacientes en los que ningún tratamiento había resultado eficaz». Eso sí, advierte Badylak, lo pacientes fueron sometidos a la rehabilitación agresiva, al igual que lo hacían antes de la cirugía, en un plazo de 24 a 48 horas después de la cirugía. Al finalizar el seguimiento, todos los pacientes reportaron una mejor calidad de vida, pero además los investigadores midieron una mejora funcional del 25% en 3 de los 5 pacientes.
En cuanto a si este tipo de tratamiento podría servir para pacientes con algún defecto genético, como la distrofia muscular, Rubin reconoce que no sería eficaz. «Y la razón es porque sólo reemplazaría el tejido enfermo con más tejido enfermo».
Y aunque los investigadores reconocen que se trata de un pequeño número de pacientes, son optimistas con la aproximación y esperan incluir a más personas en breve.
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