Desde hace más de dos décadas España pulveriza, año tras año, el récord de donación y trasplante. Somos la primera potencia en trasplantes y no solo por la pericia de nuestros cirujanos y equipos médicos. En los primeros años de la historia del trasplante, no hubo un español que protagonizara trasplantes pioneros. Esa gloria se la llevó Sudáfrica con Christian Barnard, el médico que en 1967 realizó el primer trasplante de corazón del mundo. O Estados Unidos con Joseph Murray, el cirujano que injertó el primer riñón humano. Por esa operación, que se convirtió en el primer trasplante con éxito de órganos humanos, Murray recibió en 1990 el premio Nobel de Medicina.
España ha revolucionado la historia del trasplante, pero de una forma tranquila, sin fogonazos. Lo ha conseguido poco a poco, con un modelo organizativo diferente y original, absolutamente «made in Spain», que roza la precisión de un reloj suizo. Es el modelo diseñado por la ONT, la Organización Nacional de Trasplantes. Basado en lo público y en el altruismo, la ONT ha conseguido que los españoles sean los ciudadanos del mundo con más posibilidades de salvar la vida con un trasplante. De hecho, por primera vez ya hay más personas con un riñón trasplantado que enfermos renales en diálisis. No hay ningún país, por desarrollado que sea, que haya conseguido esta meta.
El país ha escalado los puestos más altos en el mundo del trasplante. Los médicos españoles son los más entrenados y especializados y hoy nuestro sistema organizativo es el espejo en el que todos los países quieren mirarse.
La Organización Nacional de Trasplantes, que ha dirigido de forma casi ininterrumpida Rafael Matesanz, nació en 1989. A los tres años de su andadura, España se convirtió en líder mundial de trasplantes. Fue el «milagro español» que despertó mil y una suspicacias, recuerda Matesanz. «Llegaron a comentar que extraíamos los órganos a la gente sin avisar. Afortunadamente, todo eso ya pasó y hoy la Organización Mundial de la Salud nos reconoce como el mejor modelo a imitar».
¿Qué se hizo para que llegara tan alto una entidad con una plantilla de 30 personas y poco más de tres millones de presupuesto? Esta organización ha hecho de la pequeñez su virtud y funciona como una especie de franquicia. Cualquier cirujano de La Coruña, Madrid o Barcelona se siente miembro de la Organización Nacional de Trasplantes, aunque la ONT no les mande ni les pague. Asumen, por convencimiento, lo que se pide desde la organización. Aquí no hay problemas de competencias autonómicas ni recelos entre comunidades.
Pero el verdadero secreto de la ONT está en su organización, en tener a la persona adecuada en el sitio y el momento adecuado, explica su director. La organización se encarga de seleccionar y entrenar a los profesionales que deben abordar a una familia en el peor momento de su vida, cuando han perdido a un ser querido. Los gestos, el tono, las explicaciones, el tiempo que cada uno de estos profesionales dedica a hablar con la familia de un donante es clave para evitar la pérdida de órganos que salvan vidas.
«La mayoría de los países desarrollados han dedicado todos sus esfuerzos a mejorar la medicina del trasplante, a avanzar en las técnicas quirúrgicas, en los medicamentos que controlan el rechazo..., pero muy poco o nada a fomentar la donación. Nosotros apostamos por ello. Fuimos pioneros y demostramos al mundo que el proceso de donación era clave para garantizar la autosuficiencia de un país».
Gracias a esa apuesta hoy la venta ilegal de órganos en España es solo una leyenda urbana. En la red pululan periódicamente ofertas de órganos en venta, avivadas ahora por la crisis. Son estafas de mafias y delincuentes que utilizan esos anuncios para pedir dinero por adelantado. En nuestro país el tráfico ilegal no tiene sentido, porque somos un país autosuficiente en donación y trasplante. El tiempo de espera para un órgano se mide solo en la urgencia del enfermo. No importa la relevancia social ni económica del paciente. Quien más grave está es quien tiene la prioridad. Y ningún médico se atrevería a realizar un trasplante que desafíe la ley.
España lleva más de dos décadas pulverizando su propio récord de donación y trasplante, sin morir de éxito. Pero las tasas tienden a estabilizarse por una reducción de la mortalidad en carretera y en la siniestralidad laboral. La imagen del donante como un joven que iba en moto sin casco es el retrato de hace 15 años. Ahora se ha sustituido por mayores que han sufrido una hemorragia cerebral. Cada vez hay más donantes mayores que son válidos, a su vez, para enfermos mayores que antes no se trasplantaban.
El descenso de donaciones ha obligado a la ONT a beber de otras fuentes. Ya no es cuestión de eficiencia. Los retos que tiene entre manos esta organización son la donación entre vivos (trasplantes renales y hepáticos) y la llamada donación en asistolia o a corazón parado. Esa es la última apuesta de la ONT para seguir bajando las listas de espera de trasplante. Esta técnica hasta ahora en desuso permite aprovechar órganos en donantes que han dejado de bombear sangre.
Los donantes a corazón parado fueron los primeros donantes de la historia de los trasplantes. Hasta que se optó por los donantes con muerte cerebral que permitía contar con órganos perfundidos y mejor conservados. Ahora las nuevas técnicas de conservación de órganos permite recuperar donantes, desdeñados en el pasado.
¿Y la crisis?. «Mientras el Sistema Nacional de Salud sea sostenible no hay riesgo para los trasplantes. Se nota la crisis, pero sobrevive por la solidaridad de los profesionales», asegura el director de la ONT que defiende la rentabilidad de estas operaciones: «El trasplante en Estados Unidos es diez veces más caro que en España y un paciente trasplantado es más rentable a medio plazo».
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