sábado, 15 de septiembre de 2012

El Hospital de Jaén ha realizado 172 trasplantes de médula autólogos desde 1999

Fuente: http://www.ideal.es/jaen/20120821/local/jaen/trasplante-medula-tecnica-compleja-201208211155.html

Es un proceso complicado, en el que hay que tener en cuenta muchos factores y en el que interviene un buen número de profesionales, pero con un nivel de éxito bastante importante en los últimos años. El trasplante de médula ósea es una intervención que se viene haciendo en el Complejo Hospitalario de Jaén desde el año 1999 y desde entonces, tal y como explica el jefe de la Unidad de Gestión Clínica de Hematología, Antonio Alcalá, han sido 172 los que se han realizado. Siempre de tipo autólogo, esto es, aquel en el que al paciente se le trasplantan sus propias células madre. Los otros, los alogénicos (de familiar compatible) se realizan en Córdoba.

Recientemente, el pasado mes de noviembre, la Unidad de Hematología remodeló todas las instalaciones que tienen que ver con este delicado proceso, de manera, indica Alcalá, «que podamos seguir renovando cada cuatro años la acreditación que se necesita para poder realizar trasplantes de médula». Y es que está demostrado que con ellos se consiguen unos resultados cada vez mejores. De hecho, suele incrementar entre un 20 y un 25 por ciento los resultados de la quimioterapia. «El trasplante va al final de la quimioterapia, cuando ésta ha logrado reducir un importante volumen del tumor», subraya Antonio Alcalá, que añade que en pacientes con linfomas hay entre un 30 y un 40 por ciento de largos supervivientes.

Pero, ¿qué pacientes necesitan un trasplante de médula ósea? El doctor Alcalá explica que la mayor parte de los enfermos a los que se les hace padecen linfomas, que son tumores de los ganglios linfáticos. En segundo lugar, estarían aquellos que tienen mielomas, muy relacionados con los linfomas, pero con la diferencia de que producen una destrucción importante de los huesos y presentan en sangre una alteración muy específica de las proteínas. También se hacen trasplantes de médula en pacientes de leucemia aguda, aunque en número menor porque en estos casos a veces no se necesita trasplante o el que necesita es alogénico, es decir, de un familiar compatible.

Ante todo, señala Antonio Alcalá, hay varias premisas a tener en cuenta a la hora de decidir si una persona puede ser trasplantada de médula. Así, por ejemplo, «tiene que tener menos de 65 años y los órganos principales, el pulmón y el corazón, con una adecuada funcionalidad y el hígado y el riñón con una buena actividad también».

A partir de ahí, se realizaría lo que se conoce como la movilización, que consiste en procurar que las células progenitoras (madre) que están en la médula ósea pasen a la sangre. Esto, explica el jefe de Hematología, se consigue poniéndole al paciente durante cuatro días una sustancia que se llama factor estimulante. En ese sentido, manifiesta el doctor, «en los últimos cinco años disponemos de una sustancia muy eficaz llamada mozobil para mejorar la movilización». Se trata de «un gran avance porque antes de que existiera, en torno a un 10 ó 15 por ciento de pacientes no se podían trasplantar porque sus células no movilizaban. Ahora, en cambio, son muy pocos los que no lo consiguen». Eso sí, señala Alcalá, «es una sustancia muy cara por lo que primero se prueba sin ella y si no se moviliza ya se le pone».

Una vez hecha la movilización, el segundo paso es la inserción de un catéter femoral, que lo pone un radiólogo intervencionista, para hacer la aféresis, que es el procedimiento por el que se extrae las células madre de la sangre, de las que se necesitan más de dos millones por kilo del paciente. Es decir, si un paciente pesa 60 kilos necesitamos 120 millones de células. Una vez terminada la aféresis, se congelan las células a -146 grados, lo que se consigue mezclando las células con plasma humano y una sustancia que evita que se cristalicen.

La siguiente fase sería el acondicionamiento, que se hace con dosis muy altas de quimioterapia para destruir las células cancerígenas que permanecen en el paciente, «ya que normalmente el tratamiento previo destruye el 90 por ciento». Alcalá deja claro que «esas dosis serían mortales si no se recuperara la médula ósea del paciente con las células que se han extraído y se han congelado» y añade que se ponen durante cuatro días y al quinto sería el día de la infusión, que no es ni más ni menos que el trasplante en sí mismo, es decir, la introducción vía venosa al paciente de las células madre que previamente se le habían extraído y congelado.

Después, una vez hecho el trasplante, en un periodo de entre nueve y once días, se habla de injerto o prendimiento, que es el tiempo que tarda un paciente en recuperar su función medular. Es también quizás el periodo más delicado por las posibles complicaciones que pueden surgir, aunque normalmente, señala Alcalá, «casi nunca aparecen porque el paciente está aislado, en cabinas con aire libre de partículas». A continuación, el paciente marcharía a su casa y, si todo va bien, indica el doctor, «no tardaría mucho tiempo en poder hacer vida normal».

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