Un segmento de intestino delgado, obtenido a partir de células iPS humanas, que mantiene la capacidad de absorción de nutrientes se injerta con éxito en ratas.
Fragmento del intestino descelularizado de rata tras la repoblación con células epiteliales humanas (en verde) y endoteliales (rojo).
Sobre la base de células madre de pluripotencialidad inducida (iPS), un grupo de científicos del Hospital General de Massachusetts (MGH) ha logrado trasplantar en ratas un injerto de intestino delgado vascularizado capaz de hacer llegar los nutrientes al torrente sanguíneo, como lo haría el órgano funcionante. Este logro se publica en Nature Communications y supone un avance más hacia la consecución de organoides que algún día puedan ser útiles en el trasplante.
Más concretamente, este trabajo apunta una posible contribución terapéutica para los pacientes con síndrome de intestino corto. Dicha afección se trata ahora con trasplante intestinal. El desarrollo de intestino a partir de las células del propio paciente, mediante la diferenciación de células iPS, podría facilitar el acceso a injertos trasplantables que además no generarían rechazo inmunológico en el receptor. Sin embargo, una dificultad para llevar adelante esta estrategia es desarrollar estructuras que puedan albergar las células del endotelio intestinal: las estructuras artificiales han tenido un éxito limitado en los experimentos, mientras que las llamadas estructuras descelularizadas hasta ahora carecían de la vascularización necesaria para poder restaurar la absorción de nutrientes.
En este trabajo, encabezado por Harald Ott, del Departamento de Cirugía y del Centro de Medicina Regenerativa del MGH, se ha obtenido una estructura capaz de vascularizarse y de realizar transferencia de nutrientes. Para ello, los investigadores retiraron las células de un segmento de 4 cm del intestino delgado de una rata con un método que preservaba la vascularización. Después, revistieron ese armazón con dos tipos de células: para reconstruir la capacidad absortiva de los nutrientes, primero emplearon células epiteliales derivadas de células madre humanas con las que desarrollaron varios grupúsculos celulares, que se fusionaron en la estructura con la ayuda de un tubo de silicona. Dos semanas después, añadieron células endoteliales.
Las tasas de transferencia de nutrientes fueron similares a las medidas en las muestras de intestino tomadas de ratas; cuatro semanas después del implante en el animal, el intestino bioartificial continuaba sobreviviendo y madurando.
"Nuestro experimento in vivo muestra que las células iPS humanas pueden formar un tejido intestinal similar al del órgano, con un elevado grado de organización y conectado a la vasculatura del receptor para asegurar la absorción de nutrientes después del trasplante", dice Ott. "El siguiente paso es madurar esos injertos y desarrollarlos a tamaño humano, para que un día puedan ser una alternativa en el trasplante en pacientes con intestino delgado corto".
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