La terapia con células madre mejora de forma notable y sostenida la capacidad del corazón para bombear sangre y la calidad de vida de los pacientes.
La insuficiencia cardiaca es una enfermedad en la que el corazón se encuentra debilitado y no late con la suficiente fuerza para satisfacer las necesidades del organismo. Una patología que, a pesar de los avances médicos, cuenta con muy pocos tratamientos capaces de frenarla, menos aún de curarla. El resultado es que en la mitad de los afectados acaban falleciendo en los primeros cinco años tras el diagnóstico. Sin embargo, este panorama desalentador podría cambiar drásticamente en un futuro próximo. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de los Andes en Santiago de Chile (Chile), la infusión de células madre hematopoyéticas –esto es, de las células madre que finalmente se diferenciarán en una célula sanguínea, caso de un glóbulo rojo o blanco o de una plaqueta– procedentes de la sangre del cordón umbilical es eficaz a la hora de mejorar la funcionalidad del miocardio y la calidad de vida de los pacientes con insuficiencia cardiaca.
Como explica Jorge Bartolucci, director de esta investigación publicada en la revista «Circulation Research», «los tratamientos farmacológicos convencionales pueden resultar ineficaces a la hora de controlar la insuficiencia cardiaca, y los pacientes suelen acabar requiriendo terapias mucho más invasivas como dispositivos mecánicos para la asistencia ventricular o un trasplante de corazón».
Y en este contexto, apunta Fernando Figueroa, co-autor de la investigación, «nuestros resultados, ciertamente alentadores, podrían allanar el camino para una nueva terapia no invasiva y muy prometedora para un grupo de pacientes con un pronóstico sombrío».
Distintos estudios han constatado el enorme potencial que presenta el uso de células madre de la médula ósea en el tratamiento de la insuficiencia cardiaca. Sin embargo, hasta el momento nunca se había evaluado el posible uso de la administración intravenosa de células madre del cordón umbilical en esta situación. Todo ello a pesar de que, como destacan los autores, «estas células madre resultan especialmente atractivas porque son fácilmente accesibles, se encuentran ampliamente disponibles y es poco probable que causen complicaciones inmunes. Además, se encuentran libres de las preocupaciones éticas que rodean a las células madre embrionarias».
En el estudio, los investigadores administraron infusiones intravenosas de células madre derivadas de cordón umbilical o placebo a 30 pacientes que, con edades comprendidas entre los 18 y los 75 años, habían sido diagnosticados de insuficiencia cardiaca estable. Todos los cordones umbilicales procedían de placentas cedidas voluntariamente por donantes sanos nacidos a término mediante placenta y completamente informados.
Los resultados mostraron que, comparada frente a la administración de placebo, la terapia con células madre se asoció con una mejora sostenida y estadísticamente significativa de la capacidad del corazón para bombear sangre durante los 12 meses que siguieron a la intervención. En consecuencia, los pacientes que recibieron el tratamiento ‘activo’ mostraron una notable mejoría en su funcionalidad para acometer las actividades cotidianas y en su calidad de vida.
Pero además de eficaz, ¿este innovador procedimiento es también seguro? Pues sí. El estudio mostró la ausencia de efectos adversos asociados al tratamiento. Es más; ninguno de los pacientes que recibieron las células madre desarrolló ‘aloanticuerpos’, es decir, anticuerpos frente a los antígenos –en este caso, ‘aloantígenos’– que, procedentes de otro ser humano, son genéticamente distintos, lo que provoca que se desencadene una respuesta inmune. Una complicación ciertamente común en los pacientes receptores de un trasplante de órganos o de una transfusión sanguínea.
En definitiva, la terapia con células madre de la sangre del cordón umbilical presenta un gran potencial para, si no revertir la enfermedad, mejorar significativamente la calidad de vida de los pacientes con insuficiencia cardiaca.
Como concluye Fernando Figueroa, co-autor de la investigación, «la insuficiencia cardiaca afecta a cerca de 37 millones de personas en todo el mundo. De confirmarse en estudios más grandes, nuestros hallazgos podrían ofrecer una nueva opción terapéutica muy prometedora para una enfermedad que a día de hoy cuenta con muy pocas alternativas».
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