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http://elpais.com/elpais/2016/11/28/ciencia/1480353206_535922.html
Damián García Omo, líder del grupo que consiguió la aprobación del primer tratamiento comercial de este tipo en el mundo, cuenta cómo lo descubrieron y los retos de esta técnica.
Damián García Olmo (segundo por la izquierda) junto a parte de su equipo.
Hace algo menos de 10 años, Héctor Guadalajara tomó una decisión que pudo cambiar el rumbo mundial de un tratamiento médico revolucionario. El joven doctor estaba trabajando en el equipo de Damián García Olmo empleando células madre para mejorar los resultados de cirugías a enfermos de Crohn y justo antes de inyectar estas células en un paciente tuvo dudas. El aspecto de su ano, la región que requería la cirugía, le parecía sospechoso y pensó que debía realizarle una biopsia en busca de un posible cáncer. Cuando le planteó su opinión, García Olmo, mayor y más experimentado, despachó sus vacilaciones recordándole que la enfermedad de Crohn puede parecerse al cáncer, pero no lo es. Según recuerda él mismo, Guadalajara se puso pesado y realizó la biopsia. “Resultó ser un adenocarcinoma”, cuenta. “Si hubiera puesto las células y en el seguimiento hubiéramos descrito un adenocarcinoma hubiéramos parado inmediatamente todos los ensayos clínicos internacionales”, añade.
Guadalajara recordó esta historia en el Congreso Nacional de la Asociación Española de Cirujanos (AEC), celebrado recientemente en Madrid. Gracias a su tozudez, la investigación esquivó este problema y el año que viene se comenzará a utilizar por primera vez de forma rutinaria un tratamiento con células madre que no son del paciente. En este caso, para ayudar a la cicatrización de fístulas anales en enfermos de Crohn. El doctor García Olmo, líder en este éxito, recordaba aquel momento crítico que no fue el único. “En algunos casos tuvimos suerte, pero dicen que la fortuna ayuda a los audaces”, dice sonriendo.
Hace alrededor de 15 años, muchos pensaban que las células estaban a punto de hacer realidad la medicina regenerativa. Una excitación prematura y las prisas por la gloria produjeron una decepción inicial que además puso en peligro el trabajo de los que no quisieron tomar atajos. Ahora, década y media después, cuando ha pasado el tiempo habitual entre un descubrimiento fundamental y su aplicación a la clínica, la promesa de las células madre comienza a cumplirse.
“Es un cambio conceptual enorme. Hasta ahora, el ser humano ha curado con medicamentos inertes y ahora vamos a curar con medicamentos vivos. Es como si fuesen nanorrobots. Vamos a poner elementos vivos que sabemos lo que hacen y les vamos a llevar al sitio donde queremos que trabajen dándoles instrucciones precisas para que hagan lo que queremos que hagan”, explica García Olmo.
Aunque el tratamiento que han ayudado a desarrollar se ha aprobado para enfermedad de Crohn, su aplicación puede ampliarse a muchos otros tipos de cirugía. “Nuestro problema central en cirugía es la cicatrización. Tenemos capacidad para controlar el dolor, controlamos la infección, la hemorragia, el rechazo, pero no somos capaces de controlar la cicatrización”, apunta el jefe del Departamento de Cirugía del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz. Las células madre le echan una mano al cuerpo cuando trata de recuperarse de las heridas de una intervención quirúrgica. “Esto va a funcionar para muchas cosas, pero hoy por hoy solo lo hemos demostrado en la fístula perianal de la enfermedad de Crohn. En lo demás, lo hacemos por uso compasivo, tenemos nuevos ensayos clínicos, investigación, pero en el 2017 se podrá emplear, sin hacer experimentación, como rutina clínica, tratar las fístulas perianales”.
Por ahora, el tratamiento, que comercializará la biofarmacéutica TiGenix, solo logra curar a la mitad de los pacientes, pero lo hace sin lesiones asociadas, un salto inmenso si se compara con las opciones actuales. “Cuando un paciente es intervenido de Crohn de fístula perianal, a la segunda o tercera intervención, prácticamente todos quedan incontinentes”, indica García-Olmo. “Esto es un drama, para un chico joven con una enfermedad así, es algo dramático. Por eso no se quieren operar y además hacen muy bien”, continúa. La ventaja de utilizar células es que no es necesario cortar nada y hay un 0% de incontinencia. “Así, si curo a la mitad con una inyección, a la otra mitad la volveré a curar y con dos inyecciones llegamos al 75% y así sucesivamente”.
El camino de este cirujano comenzó en 2001 con una paciente que le quitaba el sueño. “Teníamos una paciente joven a la que habíamos operado cinco veces, con una fístula rectovaginal por enfermedad de Crohn. Ya no quedaba ninguna posibilidad salvo hacerle una colostomía, ponerle una bolsa, un ano contra natura, y ella quería casarse, tenía novio, quería tener hijos... Y en esa desesperación, acudí al laboratorio”, recuerda. Allí trabajaban con cultivos celulares y “saltó la chispa”. Después de obtener todos los permisos necesarios para probar su idea, la operaron el 2 de mayo de 2002.
Entonces, cuenta, comenzó todo: “Fue un proceso muy largo y se le pusieron células. En aquel tiempo era un asunto muy debatido, porque entonces había mucha discusión ética sobre el uso de las células y también se planteaba el problema de que podían producir cáncer. Hubo que hacer muchos experimentos previos para comprobar que no y hubo que buscar una paciente en la que hubiera una buena relación riesgo beneficio y que además la enferma entendiera muy bien el procedimiento. Cuando se dieron esas circunstancias, lo probamos. Y funcionó. Podía haber sido del otro 50%, con lo cual hubiéramos terminado los experimentos, pero fue la paciente que se curó. Tiene dos hijos ahora y vive feliz y eso nos animó muchísimo a seguir con este proceso”.
Ahora, la tecnología también se emplea en algunos pacientes extremos, como los que tienen isquemia de miembros inferiores, casos en los que la amputación parece la única salida y antes de hacerlo se prueba con las células. También se está utilizando para mejorar la incontinencia urinaria, en úlceras corneales o, en general, en heridas que no curan.
En el mundo hay más de 100 equipos que han utilizado células de este tipo y no se han descrito transformaciones tumorales, así que quienes las aplican descartan que se vayan a producir. “Después de 10 años de clínica sabemos que no hay efectos indeseables. Pero fíjate cómo podía haber cambiado la historia de la terapia celular en el mundo si Héctor no se hubiese puesto pesado conmigo”, rememora el médico. Ahora, el problema de la aplicación es la capacidad de producción, porque no se cuenta con sistemas lo bastante sofisticados para generar 1.200 millones de células a un precio asequible.
Que el logro se alcanzase desde España fue fruto de un cúmulo de factores, según recuerda el líder del proyecto. “Tuvimos la idea donde tuvimos que tenerla, en el Hospital de La Paz. Allí contábamos con muy buenos laboratorios, éramos expertos cultivando células, y teníamos animales para probarlas. Por eso, en muy poco tiempo fuimos capaces de desarrollar todo el procedimiento para la prueba de concepto, que salió bien”.
A partir de entonces, gracias a sus contactos internacionales, pudieron liderar un equipo internacional con el que comenzar el desarrollo, y en 2004, tuvieron otro golpe de fortuna. “Entonces, una spin off que había nacido del CSIC, Genetrix, se interesó por nuestra idea. Cristina Garmendia [exministra y bióloga], que había fundado la empresa, vino a verme a La Paz, y dijo que nuestra idea les gustaba y querían apoyarla”, recuerda García Olmo. Y todavía faltaba un último escollo, que para muchos hubiese resultado insalvable. “Con rondas de financiación españolas se consigue financiación para un ensayo clínico en fase II y fase III. El primer ensayo en fase III salió mal y casi se hunden, pero llegaron a un acuerdo comercial con TiGenix y consiguieron dinero para hacer el gran ensayo clínico en fase III que ha sido este. Convencerles de probar una segunda vez y que invirtiesen fue una tarea increíble”, concluye el cirujano.
Diez años después de las primeras pruebas con células madre, tras un trabajo intenso y a veces tedioso y con cierta dosis de suerte, las promesas de la medicina regenerativa comienzan a hacerse realidad.