domingo, 11 de diciembre de 2016

La donación de médula ósea paso a paso: "Es un gesto sencillo y da la vida a otra persona"

Fuente: http://www.elmundo.es/salud/2016/12/05/5825fc9d268e3e1c338b4628.html


España es el país con mayor tasa de donación de órganos de todo el mundo ya que actualmente contamos con 34,6 donantes por millón de población. Uno de los trasplantes más sencillos -en cuanto al proceso- y exitosos es el de médula ósea, cuyo nombre técnico es trasplante de progenitores hematopoyéticos (células progenitoras de la sangre).


Este tipo de trasplante se lleva a cabo para intentar curar enfermedades de la sangre que no pueden tratarse por otros medios, como leucemias, síndromes mielodisplásicos, talasemias o linfomas.


El objetivo principal del trasplante es es reemplazar la médula ósea del enfermo, que 'fabrica' células hematopoyéticas malignas, por una médula sana. Para ello, en primer lugar se somete al paciente a un régimen de quimioterapia o radio-quimioterapia y luego se procede a la transfusión de las células sanas.


Según la Fundación Josep Carreras, cada año cerca de 5.000 personas son diagnosticadas de leucemia aguda, 7.000 de linfoma y 2.000 de mieloma múltiple en España. Para todos ellos, lo ideal es encontrar un donante entre sus familiares más directos pero únicamente en el 30% de los casos se encuentra un donante familiar totalmente compatible. De esta forma, el 70% restante necesitará de un donante no emparentado que se buscará en el Registro de Donantes de Médula Ósea (REDMO) en el que se encuentran ya 200.000 voluntarios españoles y también 61.000 cordones umbilicales congelados (otra fuente de progenitores hematopoyéticos).


A final de 2016 la ONT confía en superar los 250.000 dado que, en lo que va de año, lleva un ritmo de 120 nuevos donantes diarios inscritos en el Registro.


El proceso para ser donante es muy simple: primero, es necesario inscribirse en los centros de referencia de cada Comunidad, que sólo admiten las solicitudes de personas cuya edad oscile entre los 18 y 55 años y gocen de buena salud general. Después, tan sólo hará falta una muestra de sangre como en el caso de una analítica normal.


Inscribirse en el registro no implica la donación ya que ese análisis de sangre previo sirve para comprobar la compatibilidad HLA (grado de identidad entre el donante y el receptor) de la sangre con la de los pacientes que están buscando donante. Según datos de la ONT (Organización Nacional de Trasplantes) habrá un donante efectivo por cada 2.573 registrados.


En un 50% de los casos se encuentra un donante idéntico entre la familia o en la red internacional de donantes pero si aun así no se encontrara una persona compatible, hoy en día, gracias a las diferentes tecnologías que se han ido desarrollando en los últimos años se puede realizar un trasplante haploidéntico, es decir, de un familiar que sea parcialmente compatible (al menos un 50%).


Este tipo de trasplantes tiene lugar siempre que no haya un donante idéntico -emparentado o no- o si hay urgencia por llevarlo a cabo. La tasa de éxito siempre es mayor en los trasplantes idénticos pero existen más factores que influyen en el resultado como son la edad, la presencia de comorbilidades (otras dolencias) y el status de la enfermedad en ese momento.



Eduardo Benedicto es un donante familiar que le donará a su hermano enfermo de leucemia sus células progenitoras, ya que su compatibilidad es muy alta. Según explica Raquel de la Paz, médico adjunto del Servicio de Hematología del Hospital Universitario La Paz, en estos casos, lo primero que se hace son unas evaluaciones médicas y por parte de enfermería en las que se le efectúan unas analíticas completas y una evaluación de los accesos venosos.


La donación de progenitores hematopoyéticos se puede llevar a cabo de dos maneras: o bien extrayendo sangre medular a través de punciones de las crestas ilíacas (en la pelvis); o bien obteniendo las células madre de la sangre periférica.


Esta última opción, la más empleada, es la que se llevó a cabo en el caso de Eduardo Benedicto. Cuatro días antes del día cero, día en el que se efectúa la donación, el donante se somete a unas inyecciones de factores de crecimiento que estimulan la medula ósea y hacen que las células progenitoras de la sangre pasen al torrente sanguíneo. De este modo, estos progenitores que circulan en la sangre periférica pueden recogerse a través de un equipo. El procedimiento dura entre dos y tres horas y una vez que está todo listo se infunde "en fresco" en el paciente. El donante se puede ir a su casa y hacer vida normal.


Ladislao Benedicto esperando la donación por parte de su hermano.



"Cuando nos enteramos de la enfermedad de mi hermano, todos nos sometimos a las pruebas. Nos dijeron que había un 25% de probabilidades de que alguno de nosotros [son cuatro hermanos] fuésemos compatibles. Hubo suerte y fui yo. Me parece fantástico ayudar ya no solo a mi hermano sino a cualquier otro que lo pueda necesitar", explica Eduardo con una sonrisa en la cara mientras está inmerso en el proceso de donación.


Su hermano Ladislao espera tranquilo su donación unas plantas más arriba en una habitación individual y completamente aislada en la que para acceder hay que ponerse una bata, una mascarilla y un gorro además de esterilizar y limpiar a conciencia todo lo que queda visible.


"Es un proceso un poco largo pero he contado con todo tipo de ayuda y no me ha supuesto ningún problema. Solo puedo decir cosas maravillosas del entorno que he tenido en estos meses", comenta Ladislao ya tumbado en la cama con todo dispuesto para el trasplante. "Empezamos en abril un tratamiento de seis meses para controlar y aminorar el avance de la enfermedad", añade.


A la hora de mandar un mensaje a aquellas personas que todavía no son donantes les dice que "se animen a donar porque dan la vida a otra persona. Es un gesto maravilloso y luego no tiene ningún tipo de problemática. Es una donación muy sencilla".





"Yo odio las agujas, es superior a mis fuerzas, hacerme una analítica es un drama". Lo dice Arantxa Castaño, una azafata de vuelo de 42 años. Cada cierta temporada supera momentáneamente su pánico y acude a donar sangre. En una de sus donaciones rutinarias le hablaron de la donación de médula ósea y decidió pasar a formar parte del registro.


De ese gesto han pasado 11 años, pero sólo unos meses de la llamada en la que descubrió que su sangre podía ser útil para un enfermo. Con total normalidad cuenta un proceso que aparenta ser más complicado de lo que realmente le resultó. Ella explica que "llaman a todos los que son compatibles del registro. Tras una segunda analítica van eliminando gente hasta que queda el considerado como más compatible con el enfermo". El pasado mes de febrero Arantxa descubrió que era la elegida. Y, aunque la donación es anónima en ambos sentidos, ella recuerda que, entre conversaciones médicas, descubrió que su receptor era un niño pequeño.





Se sabe cada parte de su donación -en la que también se extrajeron los progenitores de la sangre periférica- casi de memoria. "Tienes a los médicos totalmente disponibles para ti" explica, "hay un montón de gente esperándote, te escoltan incluso, ¡te tratan como si fueras un héroe!". Cuenta que, además, tenía al teléfono a los médicos siempre que los necesitase: "si me dolía la cabeza llamaba al médico directamente para ver qué podía tomarme".


Durante los cinco días previos tuvo que inyectarse factores de crecimiento dos veces al día. Aclara que se "lo inyectaba en casa, no tiene mayor drama". El mayor de los efectos secundarios fue sacrificar la cerveza del domingo: "Me dijeron que podría crear algo de malestar, como una gripe fuerte. Yo no tuve esa sensación, tan sólo notaba frío, hice vida normal, ni siquiera una dieta... ¡Sólo me tuve que privar de mi cañita!".


Y llegó el gran día. En abril acudió al hospital para donar. En la mayoría de los casos la donación se lleva a cabo en un solo día pero ella necesitó dos por una pequeña peculiaridad: sus venas eran demasiado finas. Recuerda cómo "bajó incluso una enfermera de pediatría que estaba acostumbrada a venas así de pequeñas".


Recuerda que lo peor fue tener que repetir el proceso con su miedo a las agujas. "No me apetecía nada, pero a fin de cuentas es estar tumbada. Yo me llevé a un montón de amigos, no me aburrí nada", comenta. ¿Y después? La vuelta a su vida normal. Señala que la Fundación Josep Carreras se mantuvo en contacto con ella en todo momento para ofrecerle seguimiento médico si lo deseaba, "valoran mucho lo que has hecho, te siguen tratando como a un héroe".


Las únicas lágrimas en los ojos de Arantxa son de emoción, la sonrisa ha permanecido con cada recuerdo del proceso, especialmente cuando recuerda que "hay veces que dices '¿quién me mandaría a mí meterme en esto?". Pero en comparación a alguien que se puede morir, que lleva en tratamientos muy duros tanto tiempo, ¿quién soy yo para quejarme por dos pinchazos?".

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