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Todos los dedos de la ciencia señalan hacia ellas cuando se habla del futuro: las células madre se dibujan, desde hace varios años, como la base de una ciencia transversal, casi omnipresente, con un gigantesco potencial para el tratamiento y la cura de algunas de las enfermedades pandémicas contemporáneas.
Las células madre, aquellas capaces de convertirse o diferenciarse en cualquier otro tipo de célula, no dejan de mostrarse una y otra vez como una posibilidad sólida y con base científica para la lucha contra todos aquellos trastornos producidos por la degeneración de los tejidos del cuerpo humano, como las enfermedades cardíacas, el Parkinson o el Alzheimer. Dicho rápido: un paciente que ha sufrido un infarto de miocardio presenta tejidos muertos en su corazón. La posibilidad de reimplantar células cardíacas nuevas, ’fabricadas’ a partir de células madre, reduce los efectos secundarios y elimina la probabilidad de rechazo que plantea el actual método del trasplante de órganos.
Tras una década de investigación, se han dado increíbles pasos hacia adelante en torno a las posibilidades de las células madre y, sin embargo, su aplicación plena está aún lejos de materializarse. Además de los plazos naturales en toda investigación para minimizar riesgos y garantizar beneficios, la investigación con células madre se topa con una barrera ética y social derivada de la fuente de extracción primigenia de este tipo de células: el embrión humano. Equipos de científicos de todo el mundo se han esmerado en encontrar otra fuente que evite los peliagudos ’peros’ morales sin cerrar de golpe esta fructífera puerta. Recientemente, dos centros de investigación españoles han dado una vuelta de tuerca al cultivo de células madre. Mientras el Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona ha conseguido aumentar la velocidad y la seguridad en la producción de células madre en laboratorio, la Universidad Internacional de Cataluña ha encontrado una nueva fuente: las muelas del juicio.
El doctor hispano-palestino Maher Atari, actual investigador y director del laboratorio de medicina regenerativa de la Facultad de Odontología de la Universidad Internacional de Cataluña (UIC), ha dedicado buena parte de su vida profesional a la cirugía oral e implantología. “Básicamente a sacar muelas”, indica en una entrevista. “Cada vez que tiraba una a la basura después de la extracción pensaba que ahí tenía que haber algo que las mantenía vivas tantos años en la boca de las personas”, asegura. De entre todas, la comúnmente llamada muela del juicio es la más especial: esa que se desarrolla cuando el individuo es ya adulto y que la evolución de las mandíbulas de los primeros homínidos, tendentes a reducirse a medida que se afinaban las capacidades culinarias, ha condenado en la mayoría de los casos a los cubos de basura de millones de clínicas dentales como la de Atari. “La muela del juicio es un órgano en sí”, explica el doctor, aludiendo a las posibilidades de este aparentemente insignificante molar.
El profesor Maher Atari en las instalaciones de la Universidad Internacional de Cataluña (Foto: UIC)
Y es que, un equipo de investigadores de la UIC liderado por Atari ha conseguido aislar una célula madre pluripotente de muelas del juicio de pacientes de entre 15 y 60 años. Este tipo de células madre extraídas de la pulpa dental, DPPSC por sus siglas en inglés (Dental Pulp Pluripotent Stem Cells), no son una novedad en sí mismas, pero la célula apadrinada por Atari tiene dos peculiaridades que la hacen digna depositaria de nuevas esperanzas de la comunidad científica.
Por un lado, se trata de una célula madre pluripotente, lo que significa que puede diferenciarse —o sea, transformarse- en todo tipo de tejidos del cuerpo humano. Los órganos de los seres humanos se forman a partir de las tres capas del embrión: el endodermo, que deriva en el aparato digestivo, aparato respiratorio y vísceras; el mesodermo, que da lugar al cartílago, el hueso, el músculo, la dermis, el aparato excretor, las gónadas, y el aparato circulatorio; y el ectodermo, origen del sistema nervioso, la piel, el cabello y las uñas. Una célula pluripotente tiene la capacidad de diferenciar a cualquier tejido de esas capas embrionarias, es decir, servir para “reparar” tanto un corazón como un pulmón o un hueso. De momento, los científicos de la UIC han conseguido derivar las células halladas en las muelas del juicio a hueso, neuronas, arterias y tejido hepático, y “hay que seguir haciendo estudios y ver hasta dónde puede llegar esta célula”, señala el doctor.
Por otra parte, el hecho de que estas células se hayan aislado a partir de las muelas del juicio, los molares más nuevos en una persona adulta, amplía la franja de edad de los pacientes a los que pueden extraerse. “Hasta los 60 años está confirmado”, expone Atari y adelanta que ya se han hecho estudios, aún sin datos estadísticos confirmados, en pacientes más mayores.
Para extraer la célula pluripotente del molar, el equipo de investigadores de la UIC ha desarrollado un protocolo denominado ’autoselección’, en el que el resto de células mueren y se conservan solo las de este tipo. “Es un protocolo un poco complejo que dura unos 20 días”, explica Atari.
Aún más rápido es el proceso de la Conversión Indirecta de Linaje o CIL, una nueva técnica para la obtención de células madre aptas para su uso clínico desarrollado por investigadores del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona. La CIL supone una especie de versión mejorada de la llamada reprogramación celular, la técnica mediante la cual una célula adulta puede “rebobinarse” hasta convertirse en célula madre y diferenciarse después en cualquier otro tipo de célula, que le ha valido al japonés Yamanaka el Nobel de Medicina 2012. “Las células obtenidas mediante este proceso, denominadas células iPS, no son aptas para su uso en clínica, ya que poseen un elevado potencial tumorigénico, por lo que, una vez obtenidas, debemos diferenciarlas en el laboratorio al tipo celular en el que estamos interesados”, explica la doctora Núria Montserrat, miembro del equipo padre de la CIL. Así, el pionero descubrimiento del investigador japonés implica en realidad dos procesos —obtención y diferenciación-, lo que supone, según Montserrat, “una inversión de tiempo considerable (más de 30 días) que juega en contra de la estabilidad del genoma de las células, haciéndolas más inestables y por tanto facilitando que adquieran más mutaciones”.
Ahora, la CIL reduce esa necesidad temporal a la mitad y permite, en cuestión de 15 días y mediante el control de las condiciones de cultivo, “obtener células aplicables en el campo de la medicina regenerativa”.
El resultado es la consecución de cualquier tipo de célula que, al igual que las obtenidas mediante la reprogramación de Yamanaka, garantiza el no rechazo al ser el paciente y el donante la misma persona y, además, disminuye considerablemente el potencial desarrollo de tumores, uno de los problemas más frecuentes en los tratamientos experimentales con células madre y que se reduce en la medida en que el proceso de creación de la célula es también más corto.
En cuanto a su aplicación práctica, explica Montserrat que “las células obtenidas en este primer trabajo presentan un elevado potencial para su uso en terapia cardiaca así como en fallo tisular por isquemia”.
Tanto las células madre diferenciadas mediante CIL como las extraídas de las muelas del juicio ya están en fase de estudios preclínicos, con animales, para testear su eficacia y su seguridad. El profesor Maher Atari confía en que “en dos o tres años” se pueda empezar a aplicar la regeneración de tejidos con células madre del tercer molar en humanos.
Imagen microscópica de una célula (Foto: Efe)
Derribado el debate ético que provocan los estudios con células madre embrionarias, Atari insiste en la potencialidad de estos estudios con células adultas. “Hay que invertir más en estas líneas de investigación con células adultas porque, como se ha demostrado, hay algunas que tienen la misma capacidad o perfil genético que las embrionarias”, opina.
Frente a los métodos de reprogramación celular, las células madre que el profesor Atari ha logrado aislar en el tercer molar no implican una necesidad de modificación o conversión genética sino que ya existen como tal. La complicación reside, en este caso, en el ámbito de cultivo, “bastante especial” según el investigador palestino, en el que han de crecer, “muy complejo y costoso de momento”.
En este punto salen a escena, según Atari, dos factores decisivos. Por un lado, “algunas de las publicaciones que salen a la luz no son replicables y hay métodos o descubrimientos que no se explican bien o que se esconden”, señala como uno de los frenos al desarrollo pleno de este tipo de investigación.
Por otra parte, según viene siendo queja de la comunidad científica española al completo en los últimos años, “no hay financiación suficiente”, dice Atari. En los ocho años de vida de la investigación sobre las células madre presentes en las muelas del juicio se ha notado un aumento significativo de los problemas de financiación, según el investigador. “Lo hemos pasado muy mal, hemos utilizado fondos de la UIC, buscado proyectos europeos a los que poder sumarnos y nos hemos apretado el cinturón de todas las maneras para que salga esta línea”, explica. Por último, Atari percibe un desequilibrio en la concesión de subvenciones, tanto nacionales como europeas, a proyectos científicos. “Van a lo seguro”, opina. “Dan el dinero a los investigadores que ya tienen un nombre, que probablemente sacarán una publicación o una posible patente, y las oportunidades son mucho menores para los jóvenes investigadores”, termina.