Fuente: Blog "EL MÉDICO ESCÉPTICO", 3 de abril.-
El final de la década de los noventa y los primeros años del siglo XXI ha sido, hasta ahora, la época más productiva en la historia de la investigación biomédica. El nacimiento de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado (en 1996 por Ian Wilmut y Keith Campbell del Instituto Roslin en Edimburgo), fue seguido por el aislamiento de las células madre embrionarias humanas (en 1998 por James Thompson de la Universidad de Wisconsin-Madison) y, más recientemente, por la secuenciación completa del genoma humano (en 2004, conseguido por el consorcio Human Genome Project).
La cobertura que estos logros han tenido en los medios de comunicación ha llegado, en algunos casos, a ser tremendamente desproporcionada y ha creado unas expectativas irreales, en muchos casos alentadas por los propios investigadores, instituciones o grupos de presión. De hecho, los medios de comunicación dan la impresión de que, en pocos años, será posible crear nuevas células, órganos e incluso cuerpos para reemplazar a aquellos que enferman o envejecen. La realidad es que estamos todavía muy lejos de poder hacer todo esto de manera rutinaria.
Para mucha gente, las palabras “células madre” despiertan un irrefrenable caudal de excitación, tal y como si fueran la panacea de la ciencia. De hecho, una macroencuesta de la Fundación BBVA, realizada a una muestra que no incluía científicos sino gente de todas las profesiones, reveló que la opinión pública de nuestro país es una de las que más defiende la realización de experimentos con células embrionarias y que consideran que son muy útiles (El Mundo, 14 de mayo de 2008). Pero hay una gran y generalizada ignorancia acerca de las células madre y un deseo, más que una realidad, de que se alcance un uso clínico generalizado. Otro paso más es aquel que promueve la legislación de la clonación “con fines terapéuticos y nunca reproductivos”. Es decir, crear un clon tuyo para poder extirparle el hígado cuando a ti te falle. A pesar de lo truculento que suena, hay gente que está entusiasmada con esta idea.
Una excitación parecida se produjo durante la secuenciación del genoma humano. En aquella época se creía que, como ya se conocían todos los genes de los humanos, sólo había que localizar a los genes anómalos y sustituirlos por genes sanos. Los genes “buenos” se insertarían en las células mediante virus “buenos” que no producirían ninguna enfermedad. De este modo se curarían el cáncer y todas las enfermedades de origen genético. Ese proceso se conoce con el nombre de “terapia génica”. Sin embargo, no todo fue tan bonito en la realidad. En 1990 se produjo el primer ensayo clínico de terapia génica en pacientes con una grave enfermedad llamada Síndrome de Inmunodeficiencia Combinada Severa (SCID, también conocida como la enfermedad de los “niños burbuja”). A pesar del éxito inicial, en 2003, de 10 niños con la misma enfermedad tratados con terapia génica, 2 desarrollaron leucemia. Desde entonces se han venido cosechando muchos más fracasos (algunos silenciados) que éxitos, y el furor por la terapia génica ha disminuido considerablemente. Muchos de esos fracasos se ocultaron debido a la gran cantidad de recursos económicos invertidos en ellos. Es de esperar que, finalmente, se desarrollen tratamientos basados en la terapia génica, pero tendrán que pasar años hasta que se completen todos los ensayos clínicos necesarios. Con las células madre es probable que suceda algo parecido.
Las células madre tienen el potencial de convertirse en muchos tipos de células especializadas del cuerpo. En teoría, pueden dividirse sin límite para sustituir a otras células; de ahí su atractivo de cara a curar enfermedades. En realidad, las células madre adultas se han venido usando desde hace muchos años. Cuando una persona tiene leucemia (u otras enfermedades hematológicas) y le comunican que el único tratamiento que podría curarle es un trasplante de médula ósea, lo que hará el médico es inyectar al paciente cientos de células madre, que estaban en la médula ósea del donante, en espera de que esas células madre "regeneren" la sangre del receptor con células sanas.
Lo que poca gente sabe (y los medios de comunicación no se esfuerzan en explicar) es que hay varios tipos de células madre, muy distintas entre sí. Las dos principales son las obtenidas de personas adultas (células madre adultas o somáticas) y las obtenidas de embriones (células madre embrionarias). Hay otros tipos, procedentes de placenta y de cordón umbilical, pero las más importantes son las dos primeras. Cuando oigas en la televisión que “un tratamiento de una enfermedad ha tenido éxito mediante el implante de células madre” tienes que preguntarte ¿son adultas o embrionarias?. Seguramente sean adultas. Cuando oigas en la televisión que “la Iglesia se opone a las células madre” tienes que preguntarte ¿adultas o embrionarias?. Seguramente sean las embrionarias. Es muy importante esta distinción, pues ambos tipos de células madre son radicalmente distintos, desde un punto de vista científico y económico.
La primera línea de células madre embrionarias humanas se creó en 1998. El procedimiento para su obtención exige tomar células del interior de embriones de una semana de edad, deshaciéndolos, y cultivándolas en una placa de cultivo con nutrientes y factores de crecimiento. Los embriones se obtienen de los almacenes en los que permanecen congelados después de que hayan sido concebidos en tratamientos de fecundación in vitro. Cuando una mujer se somete a este tipo de tratamientos, son creados en el laboratorio más de un embrión, ya que el proceso no siempre es exitoso. Los embriones “sobrantes” son congelados. Hoy, después de más de 10 años de trabajo, sólo existen 150 líneas de células madre embrionarias, porque el proceso para obtenerlas es extremadamente difícil. Además, las células madre embrionarias, al contrario que las adultas, no se pueden usar directamente en los tratamientos porque producen cáncer. De hecho, la inyección de células madre embrionarias en ratones se utiliza para estudiar el teratoma, un tumor formado por tejido fetal, ya que éste surge fácilmente. Es por ello que, hasta ahora, ningún tratamiento con células embrionarias ha tenido éxito, a pesar de que algunos científicos siguen clamando que son la solución para curar enfermedades como el Parkinson o la diabetes. Para utilizar células madre embrionarias sería necesario que los científicos las “guíen” molecularmente para diferenciarse en unas células particulares y especializadas para después trasplantarlas a los pacientes. Este proceso es una pesadilla. De hecho, todavía no se ha conseguido; mientras tanto, los gobiernos siguen gastando millones de dólares (y euros) de los contribuyentes en investigaciones con células embrionarias que no consiguen ningún beneficio claro para los pacientes, mientras restringen los fondos para investigaciones con células madre adultas.
Las células madre adultas, sin embargo, han demostrado plenamente su capacidad para convertirse en una prometedora línea de tratamiento, plenamente eficaz. De hecho, algunos científicos deslumbrados con las células embrionarias afirman que, si bien las células adultas funcionan muy bien, es de esperar que las embrionarias lo hagan mucho mejor. Estos científicos deberán, antes, solventar el problema del cáncer y del rechazo que producen las células embrionarias, entre otros problemas. Distintos investigadores admiten que la aplicación directa de las células madre embrionarias en los pacientes tiene poco o ningún beneficio médico, y que su uso ha de hacerse para obtener nuevas terapias, de manera indirecta.
Hasta el momento no hay tratamientos con células madre embrionarias que se hayan demostrado eficaces en estudios realizados en humanos, mientras que existen cientos de estudios en humanos en donde el tratamiento con células madre adultas ha sido eficaz. Las células embrionarias sí que han tenido cierto éxito en modelos celulares (en placas de laboratorio) y en modelos animales experimentales (ratones). El hecho que una terapia sea exitosa en ratones es un paso necesario para que lo sea en humanos, pero no garantiza necesariamente el éxito clínico. Hay muchísimas moléculas que son exitosas en ratones y no lo son en humanos. El metabolismo humano es bastante distinto al de los modelos experimentales animales. De hecho, muchos fármacos de los que disponemos y usamos constantemente (aspirina, penicilina, estreptomicina, ibuprofeno, etc.) producen malformaciones en los ratones y en algunos casos llegan a ser tóxicos hasta la muerte. Es por ello que los estudios exitosos en animales son útiles, necesarios y actualmente obligatorios, pero no aseguran su éxito en humanos.
Finalmente están los problemas éticos que tienen las células madre embrionarias, ya que para obtenerlas hay que destruir embriones humanos. No nos detendremos en ellos ya que existen sobradas razones científicas y económicas (y no sólo de índole moral o religiosa) que desaconsejan el uso de células embrionarias.
Cuando una pareja se somete a un proceso de fecundación in vitro, las clínicas de reproducción asistida crean muchos más embriones de los que se van a implantar luego en el útero de la mujer, a fin de aumentar las probabilidades de éxito. Primero descartan los que, examinados al microscopio, parecen defectuosos; de los seleccionados implantan uno o dos, y congelan los sobrantes por si falla el primer intento. En España se estima que existen más de 200.000 embriones humanos congelados, cifra en tendencia ascendente al igual que en otros países de Europa. Sólo entre Gran Bretaña, Francia y España se podrían superar el millón de embriones crio-conservados. En 1996 se produjo en Gran Bretaña la primera destrucción masiva de embriones congelados que nadie quería adoptar. El público sintió conmoción. De hecho, se han destruido casi 1,2 millones de embriones entre 1995 y 2005 según un informe de la Cámara de los Lores. Algunos científicos abogan porque estos embriones pudieran ser destinados a parejas infértiles que desean descendencia. Snowflakes, un programa norteamericano que promueve la adopción de embriones, ha conseguido ya que 157 niños nacieran de esta forma, ya que, según su experiencia, de los embriones clasificados como “deficientes” también han nacido niños sanos.
Sin embargo, el avance científico más reciente y espectacular al respecto lo constituye la reprogramación de células adultas en células de tipo embrionario (sin que provengan de embriones destruidos). Estas células se han bautizado “células pluripotentes inducidas” o “iPSs”. Este paso ha sido calificado de revolucionario por la comunidad científica. Siempre se había pensado que la evolución celular (de la edad embrionaria a la época adulta) era un camino de una única dirección, pero se ha logrado invertir el proceso. Primero en julio de 2006 y luego en verano de 2008, unos investigadores japoneses lograban la conversión de células de la piel de ratones en células madre con las características de las embrionarias. Se demostró que aquellas células de cola de ratón reconvertidas en células embrionarias, eran pluripotentes y podían convertirse en cualquier tipo de célula.
Desde entonces, varios grupos de científicos han repetido esta metodología siempre en animales. Pero el paso definitivo, que era conseguir los mismos logros con células humanas, lo han dado ahora esos científicos japoneses al mismo tiempo que otros investigadores norteamericanos. Un equipo fue el dirigido por Shinya Yamanaka de la Universidad de Kioto (Japón); el otro grupo de investigación trabajaba en el laboratorio de James Thomson, de la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos). Han logrado reprogramar células de la piel humana y las han transformado en células madre pluripotentes, similares a las que se podrían obtener de los embriones humanos.La célula ya diferenciada de la piel se convirtió así en una célula madre pluripotente capaz de convertirse de nuevo, no ya en piel, sino en cualquier tipo de célula del organismo humano (hay 220 tipos de células que forman los diferentes tejidos del cuerpo adulto).
Teóricamente, con las iPSs se puede lograr todo lo que se puede hacer con las células embrionarias; además estas células son probablemente más relevantes a nivel clínico que las células madre embrionarias; con el uso de estas células no habría problemas de rechazo.
En todo el mundo ha habido un clamor unánime, al constatar que es un gigantesco avance científico que presenta, al menos, cuatro grandes ventajas: primero, permite la producción ilimitada de células madre pluripotentes debido a la abundancia de la propia piel (y no es el único tejido adulto del que se han obtenido células madre) sin necesidad de utilizar óvulos humanos; segundo, no ocasionaría problemas de rechazo porque el donante y el receptor podrían ser el mismo individuo (las células tendrían el mismo código genético); tercero, las células adultas a reprogramar son mucho más fáciles y económicas de obtener y, finalmente, no menos importante, confirmaría que no se necesita manipular embriones humanos para lograr células madre. La revista Nature Stem Cells (1 de mayo de 2008) comentaba que “es revelador el entusiasmo con que los científicos más importantes del campo de las células madre embrionarias están dejando ese campo para pasarse a la reprogramación celular”.
Con este descubrimiento se ha puesto de manifiesto que algunos científicos han seguido trabajando racionalmente sin atender a las presiones de ciertos grupos de presión que han tratado de impulsar únicamente la línea de investigación con células madre embrionarias, a pesar de que son muy difíciles de controlar, generan tumores e implican la destrucción de embriones humanos. No hay que olvidar que están en juego muchos intereses económicos.
De todas formas, los experimentos recién publicados son un extraordinario adelanto, pero es pronto para que haya una aplicación terapéutica directa y accesible de las IPS. De hecho este método también cuenta con varios problemas, que por razones de complejidad técnica no comentaremos. Hay que actuar con mucha prudencia y no dejarse “acostumbrar por la praxis y lo que hacen otros, ya que se allanaría el camino hacia una eugenesia liberal” tal y como advierte el filósofo alemán Jürgen Habermas en su libro "El futuro de la naturaleza humana".
Conclusiones
1. Hay varios tipos de células madre, con características muy distintas entre ellas.
2. Las células madre adultas: se obtienen de tejidos adultos, no producen cáncer, no producen rechazo, son baratas de obtener, son técnicamente fáciles de obtener, no tienen problemas éticos y se han comprobado eficaces en numerosas enfermedades en estudios realizados en seres humanos.
3. Las células madre embrionarias: se extraen de embriones humanos a los que hay que destruir, producen cáncer, producen rechazo, son caras de obtener, son técnicamente difíciles de obtener, tienen serios problemas éticos y, hasta ahora, no han demostrado eficacia en estudios realizados en seres humanos.
4. Hasta ahora ha habido cientos de estudios que confirman la eficacia de las células madre adultas para algunas enfermedades mientras que no existe ningún estudio que demuestre que las células madre embrionarias sean útiles en humanos.
5. Las células pluripotentes inducidas "IPS" suponen un avance científico extraordinario, aunque todavía no existen aplicaciones clínicas.
El final de la década de los noventa y los primeros años del siglo XXI ha sido, hasta ahora, la época más productiva en la historia de la investigación biomédica. El nacimiento de la oveja Dolly, el primer mamífero clonado (en 1996 por Ian Wilmut y Keith Campbell del Instituto Roslin en Edimburgo), fue seguido por el aislamiento de las células madre embrionarias humanas (en 1998 por James Thompson de la Universidad de Wisconsin-Madison) y, más recientemente, por la secuenciación completa del genoma humano (en 2004, conseguido por el consorcio Human Genome Project).
La cobertura que estos logros han tenido en los medios de comunicación ha llegado, en algunos casos, a ser tremendamente desproporcionada y ha creado unas expectativas irreales, en muchos casos alentadas por los propios investigadores, instituciones o grupos de presión. De hecho, los medios de comunicación dan la impresión de que, en pocos años, será posible crear nuevas células, órganos e incluso cuerpos para reemplazar a aquellos que enferman o envejecen. La realidad es que estamos todavía muy lejos de poder hacer todo esto de manera rutinaria.
Para mucha gente, las palabras “células madre” despiertan un irrefrenable caudal de excitación, tal y como si fueran la panacea de la ciencia. De hecho, una macroencuesta de la Fundación BBVA, realizada a una muestra que no incluía científicos sino gente de todas las profesiones, reveló que la opinión pública de nuestro país es una de las que más defiende la realización de experimentos con células embrionarias y que consideran que son muy útiles (El Mundo, 14 de mayo de 2008). Pero hay una gran y generalizada ignorancia acerca de las células madre y un deseo, más que una realidad, de que se alcance un uso clínico generalizado. Otro paso más es aquel que promueve la legislación de la clonación “con fines terapéuticos y nunca reproductivos”. Es decir, crear un clon tuyo para poder extirparle el hígado cuando a ti te falle. A pesar de lo truculento que suena, hay gente que está entusiasmada con esta idea.
Una excitación parecida se produjo durante la secuenciación del genoma humano. En aquella época se creía que, como ya se conocían todos los genes de los humanos, sólo había que localizar a los genes anómalos y sustituirlos por genes sanos. Los genes “buenos” se insertarían en las células mediante virus “buenos” que no producirían ninguna enfermedad. De este modo se curarían el cáncer y todas las enfermedades de origen genético. Ese proceso se conoce con el nombre de “terapia génica”. Sin embargo, no todo fue tan bonito en la realidad. En 1990 se produjo el primer ensayo clínico de terapia génica en pacientes con una grave enfermedad llamada Síndrome de Inmunodeficiencia Combinada Severa (SCID, también conocida como la enfermedad de los “niños burbuja”). A pesar del éxito inicial, en 2003, de 10 niños con la misma enfermedad tratados con terapia génica, 2 desarrollaron leucemia. Desde entonces se han venido cosechando muchos más fracasos (algunos silenciados) que éxitos, y el furor por la terapia génica ha disminuido considerablemente. Muchos de esos fracasos se ocultaron debido a la gran cantidad de recursos económicos invertidos en ellos. Es de esperar que, finalmente, se desarrollen tratamientos basados en la terapia génica, pero tendrán que pasar años hasta que se completen todos los ensayos clínicos necesarios. Con las células madre es probable que suceda algo parecido.
Las células madre tienen el potencial de convertirse en muchos tipos de células especializadas del cuerpo. En teoría, pueden dividirse sin límite para sustituir a otras células; de ahí su atractivo de cara a curar enfermedades. En realidad, las células madre adultas se han venido usando desde hace muchos años. Cuando una persona tiene leucemia (u otras enfermedades hematológicas) y le comunican que el único tratamiento que podría curarle es un trasplante de médula ósea, lo que hará el médico es inyectar al paciente cientos de células madre, que estaban en la médula ósea del donante, en espera de que esas células madre "regeneren" la sangre del receptor con células sanas.
Lo que poca gente sabe (y los medios de comunicación no se esfuerzan en explicar) es que hay varios tipos de células madre, muy distintas entre sí. Las dos principales son las obtenidas de personas adultas (células madre adultas o somáticas) y las obtenidas de embriones (células madre embrionarias). Hay otros tipos, procedentes de placenta y de cordón umbilical, pero las más importantes son las dos primeras. Cuando oigas en la televisión que “un tratamiento de una enfermedad ha tenido éxito mediante el implante de células madre” tienes que preguntarte ¿son adultas o embrionarias?. Seguramente sean adultas. Cuando oigas en la televisión que “la Iglesia se opone a las células madre” tienes que preguntarte ¿adultas o embrionarias?. Seguramente sean las embrionarias. Es muy importante esta distinción, pues ambos tipos de células madre son radicalmente distintos, desde un punto de vista científico y económico.
La primera línea de células madre embrionarias humanas se creó en 1998. El procedimiento para su obtención exige tomar células del interior de embriones de una semana de edad, deshaciéndolos, y cultivándolas en una placa de cultivo con nutrientes y factores de crecimiento. Los embriones se obtienen de los almacenes en los que permanecen congelados después de que hayan sido concebidos en tratamientos de fecundación in vitro. Cuando una mujer se somete a este tipo de tratamientos, son creados en el laboratorio más de un embrión, ya que el proceso no siempre es exitoso. Los embriones “sobrantes” son congelados. Hoy, después de más de 10 años de trabajo, sólo existen 150 líneas de células madre embrionarias, porque el proceso para obtenerlas es extremadamente difícil. Además, las células madre embrionarias, al contrario que las adultas, no se pueden usar directamente en los tratamientos porque producen cáncer. De hecho, la inyección de células madre embrionarias en ratones se utiliza para estudiar el teratoma, un tumor formado por tejido fetal, ya que éste surge fácilmente. Es por ello que, hasta ahora, ningún tratamiento con células embrionarias ha tenido éxito, a pesar de que algunos científicos siguen clamando que son la solución para curar enfermedades como el Parkinson o la diabetes. Para utilizar células madre embrionarias sería necesario que los científicos las “guíen” molecularmente para diferenciarse en unas células particulares y especializadas para después trasplantarlas a los pacientes. Este proceso es una pesadilla. De hecho, todavía no se ha conseguido; mientras tanto, los gobiernos siguen gastando millones de dólares (y euros) de los contribuyentes en investigaciones con células embrionarias que no consiguen ningún beneficio claro para los pacientes, mientras restringen los fondos para investigaciones con células madre adultas.
Las células madre adultas, sin embargo, han demostrado plenamente su capacidad para convertirse en una prometedora línea de tratamiento, plenamente eficaz. De hecho, algunos científicos deslumbrados con las células embrionarias afirman que, si bien las células adultas funcionan muy bien, es de esperar que las embrionarias lo hagan mucho mejor. Estos científicos deberán, antes, solventar el problema del cáncer y del rechazo que producen las células embrionarias, entre otros problemas. Distintos investigadores admiten que la aplicación directa de las células madre embrionarias en los pacientes tiene poco o ningún beneficio médico, y que su uso ha de hacerse para obtener nuevas terapias, de manera indirecta.
Hasta el momento no hay tratamientos con células madre embrionarias que se hayan demostrado eficaces en estudios realizados en humanos, mientras que existen cientos de estudios en humanos en donde el tratamiento con células madre adultas ha sido eficaz. Las células embrionarias sí que han tenido cierto éxito en modelos celulares (en placas de laboratorio) y en modelos animales experimentales (ratones). El hecho que una terapia sea exitosa en ratones es un paso necesario para que lo sea en humanos, pero no garantiza necesariamente el éxito clínico. Hay muchísimas moléculas que son exitosas en ratones y no lo son en humanos. El metabolismo humano es bastante distinto al de los modelos experimentales animales. De hecho, muchos fármacos de los que disponemos y usamos constantemente (aspirina, penicilina, estreptomicina, ibuprofeno, etc.) producen malformaciones en los ratones y en algunos casos llegan a ser tóxicos hasta la muerte. Es por ello que los estudios exitosos en animales son útiles, necesarios y actualmente obligatorios, pero no aseguran su éxito en humanos.
Finalmente están los problemas éticos que tienen las células madre embrionarias, ya que para obtenerlas hay que destruir embriones humanos. No nos detendremos en ellos ya que existen sobradas razones científicas y económicas (y no sólo de índole moral o religiosa) que desaconsejan el uso de células embrionarias.
Cuando una pareja se somete a un proceso de fecundación in vitro, las clínicas de reproducción asistida crean muchos más embriones de los que se van a implantar luego en el útero de la mujer, a fin de aumentar las probabilidades de éxito. Primero descartan los que, examinados al microscopio, parecen defectuosos; de los seleccionados implantan uno o dos, y congelan los sobrantes por si falla el primer intento. En España se estima que existen más de 200.000 embriones humanos congelados, cifra en tendencia ascendente al igual que en otros países de Europa. Sólo entre Gran Bretaña, Francia y España se podrían superar el millón de embriones crio-conservados. En 1996 se produjo en Gran Bretaña la primera destrucción masiva de embriones congelados que nadie quería adoptar. El público sintió conmoción. De hecho, se han destruido casi 1,2 millones de embriones entre 1995 y 2005 según un informe de la Cámara de los Lores. Algunos científicos abogan porque estos embriones pudieran ser destinados a parejas infértiles que desean descendencia. Snowflakes, un programa norteamericano que promueve la adopción de embriones, ha conseguido ya que 157 niños nacieran de esta forma, ya que, según su experiencia, de los embriones clasificados como “deficientes” también han nacido niños sanos.
Sin embargo, el avance científico más reciente y espectacular al respecto lo constituye la reprogramación de células adultas en células de tipo embrionario (sin que provengan de embriones destruidos). Estas células se han bautizado “células pluripotentes inducidas” o “iPSs”. Este paso ha sido calificado de revolucionario por la comunidad científica. Siempre se había pensado que la evolución celular (de la edad embrionaria a la época adulta) era un camino de una única dirección, pero se ha logrado invertir el proceso. Primero en julio de 2006 y luego en verano de 2008, unos investigadores japoneses lograban la conversión de células de la piel de ratones en células madre con las características de las embrionarias. Se demostró que aquellas células de cola de ratón reconvertidas en células embrionarias, eran pluripotentes y podían convertirse en cualquier tipo de célula.
Desde entonces, varios grupos de científicos han repetido esta metodología siempre en animales. Pero el paso definitivo, que era conseguir los mismos logros con células humanas, lo han dado ahora esos científicos japoneses al mismo tiempo que otros investigadores norteamericanos. Un equipo fue el dirigido por Shinya Yamanaka de la Universidad de Kioto (Japón); el otro grupo de investigación trabajaba en el laboratorio de James Thomson, de la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos). Han logrado reprogramar células de la piel humana y las han transformado en células madre pluripotentes, similares a las que se podrían obtener de los embriones humanos.La célula ya diferenciada de la piel se convirtió así en una célula madre pluripotente capaz de convertirse de nuevo, no ya en piel, sino en cualquier tipo de célula del organismo humano (hay 220 tipos de células que forman los diferentes tejidos del cuerpo adulto).
Teóricamente, con las iPSs se puede lograr todo lo que se puede hacer con las células embrionarias; además estas células son probablemente más relevantes a nivel clínico que las células madre embrionarias; con el uso de estas células no habría problemas de rechazo.
En todo el mundo ha habido un clamor unánime, al constatar que es un gigantesco avance científico que presenta, al menos, cuatro grandes ventajas: primero, permite la producción ilimitada de células madre pluripotentes debido a la abundancia de la propia piel (y no es el único tejido adulto del que se han obtenido células madre) sin necesidad de utilizar óvulos humanos; segundo, no ocasionaría problemas de rechazo porque el donante y el receptor podrían ser el mismo individuo (las células tendrían el mismo código genético); tercero, las células adultas a reprogramar son mucho más fáciles y económicas de obtener y, finalmente, no menos importante, confirmaría que no se necesita manipular embriones humanos para lograr células madre. La revista Nature Stem Cells (1 de mayo de 2008) comentaba que “es revelador el entusiasmo con que los científicos más importantes del campo de las células madre embrionarias están dejando ese campo para pasarse a la reprogramación celular”.
Con este descubrimiento se ha puesto de manifiesto que algunos científicos han seguido trabajando racionalmente sin atender a las presiones de ciertos grupos de presión que han tratado de impulsar únicamente la línea de investigación con células madre embrionarias, a pesar de que son muy difíciles de controlar, generan tumores e implican la destrucción de embriones humanos. No hay que olvidar que están en juego muchos intereses económicos.
De todas formas, los experimentos recién publicados son un extraordinario adelanto, pero es pronto para que haya una aplicación terapéutica directa y accesible de las IPS. De hecho este método también cuenta con varios problemas, que por razones de complejidad técnica no comentaremos. Hay que actuar con mucha prudencia y no dejarse “acostumbrar por la praxis y lo que hacen otros, ya que se allanaría el camino hacia una eugenesia liberal” tal y como advierte el filósofo alemán Jürgen Habermas en su libro "El futuro de la naturaleza humana".
Conclusiones
1. Hay varios tipos de células madre, con características muy distintas entre ellas.
2. Las células madre adultas: se obtienen de tejidos adultos, no producen cáncer, no producen rechazo, son baratas de obtener, son técnicamente fáciles de obtener, no tienen problemas éticos y se han comprobado eficaces en numerosas enfermedades en estudios realizados en seres humanos.
3. Las células madre embrionarias: se extraen de embriones humanos a los que hay que destruir, producen cáncer, producen rechazo, son caras de obtener, son técnicamente difíciles de obtener, tienen serios problemas éticos y, hasta ahora, no han demostrado eficacia en estudios realizados en seres humanos.
4. Hasta ahora ha habido cientos de estudios que confirman la eficacia de las células madre adultas para algunas enfermedades mientras que no existe ningún estudio que demuestre que las células madre embrionarias sean útiles en humanos.
5. Las células pluripotentes inducidas "IPS" suponen un avance científico extraordinario, aunque todavía no existen aplicaciones clínicas.
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